viernes, 9 de marzo de 2012

Paz en nuestra tierra

Paz en nuestra tierra
ALEJANDRO MORENO
ciporama@gmail.com

" Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?". Nacía, hace 500 años ­21, diciembre, 1511-- la defensa pública y militante de los derechos humanos en la voz vibrante y apasionada de fray Antón de Montesinos en aquella pobre iglesia ­barro y paja de La Española un cuarto domingo de Adviento ante los sorprendidos e irritados colonos que no daban fe a sus oídos. Esa palabra era "la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír. Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes". Así fustigaba la comunidad de 25 religiosos dominicos, quienes, reunidos en capítulo, prepararon la homilía que al más joven de todos habían encargado predicar, las conciencias de aquellos conquistadores aposentados en sus indiscutidos derechos de conquista, anhelando la realización, en los hechos, de la paz que sería anunciada la noche de Navidad.

Nadie, en ningún momento de la historia, había discutido seriamente hasta entonces el derecho de un pueblo más fuerte, valido de muy distintas justificaciones, desde la pura fuerza hasta pretendidas superioridades culturales o religiosas, a conquistar a otro y apoderarse no sólo de sus tierras sino también de sus personas. Una milenaria historia había ido formando así las conciencias de la humanidad desde las invasiones indoeuropeas, los más antiguos imperios, las tribus hebreas que por "derecho divino" conquistan Canaan, los incas, los aztecas, los caribes que arrasan tierras y hombres arahuacos y finalmente los españoles y europeos que conquistando se asientan en América. Ya era hora de que la conciencia cristiana, hija también de la historia y adormecida por ella con infinidad de argucias morales, despertara para sacudir uno de los "derechos" más antihumanos que los siglos habían ido elaborando, el derecho del más fuerte a dominar al más débil. Aquella palabra, verdadera y profunda revolución antiviolencia en busca de la paz sin paliativos ni excepciones, volteó las conciencias de las que fueron saliendo los cambios de ideas, políticas, hábitos, estructuras y prácticas que hoy, bajo la ya incuestionable marca de "derechos humanos", son promovidos y defendidos, con sacrificio, pasión y dedicación en todas las sociedades por infinidad de personas y organizaciones. En ellos se asienta la paz para todos, "paz en la tierra", en la nuestra, la que es de los hombres, no de los poderes, porque esos hombres son "los que Dios ama". La anual recurrencia de la Navidad nos impele a pensar en la paz hoy y aquí. Con tristeza hay que decir que en esta nuestra tierra venezolana no tenemos paz, igual que entonces en La Española.

¿A qué conciencias llamar? ¿Cuáles conciencias sacudir? Las de los asesinos, por supuesto, pero desgraciadamente será muy difícil que a ellos llegue nuestra voz. Habrá que gritársela a los responsables de la paz, los servidores de la paz que han sido para eso encargados por toda nuestra sociedad, a los designados para ello, los gerentes del Estado.

Habrá que decirles también a ellos: ¿Es que esos niños que caen bajo las balas asesinas, que esos jóvenes de nuestros barrios, los secuestrados de cada día y suma y sigue "no son hombres, no tienen almas racionales, no están ustedes obligados a amarlos como a ustedes mismos" y por ende, a defenderlos y protegerlos, defendernos y protegernos? ¿Esto no lo entienden? ¿O no quieren entenderlo?

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