martes, 13 de marzo de 2012

De armas tomar

De armas tomar
ALEJANDRO MORENO
ciporama@gmail.com

E l taxista recibe una llamada de su pariente el malandro.

­Mira hermano, necesito que me hagas una carrerita; te la pago bien.

­¿No será pa’ que te lleve droga, verdá? No vayas a meterme en p...s.

­No, qué va, imagínate que es pa’ la policía.

­¿Pa’ la policía? A ver si me dejan preso.

­Que no; es un asunto sano, de panas.

El taxista, confiado, se encamina hacia la sede de la institución policial que el pariente le indica. Llegado allí, le entregan una bolsa bastante pesada.

Se regresa, pero, dudando, en el camino se detiene y abre la bolsa: tres pistolas Glock y una nota por 15.000 bolívares. A 5.000 cada una. ¿Qué hacer? Devolverse no puede, porque ya saben que él sabe. Ni modo, llevárselas al malandro.

­Mira, mano, hazme otra carrerita pa llevá esta plata.

­Ni de v...a. Ahora te las arreglas tú.

Sabemos que hay una "Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme". Su secretario general ha declarado varias veces al respecto. El ministro del Interior también. Parece que a lo mejor puede ser que 2012 sea un año de cierta actividad antiarmamentista. ¿Será? Por de pronto, todo lo que se anuncia va encaminado a la regularización de lo que se supone que ya debería ser regular, al control de lo que ya tendría que estar controlado, al registro de lo que en doce años no se registró, a prohibir lo que ya está prohibido o lo que por simple sentido común tendría que estarlo, a restringir drásticamente la importación y el comercio legales, a supervisar "con sumo cuidado" incluso las armas deportivas.

¿Habrá que decirles al señor ministro y al señor secretario general de esa comisión de pomposo título, como todas las del Gobierno, fingiendo que creemos que no lo saben, que nuestros malandros no usan ni armas ni municiones legales, permisadas, controladas, supervisadas ni deportivas? ¿Que manejan alto calibre, granadas, metralletas, fales, fusiles de asalto de los más nuevecitos? ¿Que sus tiros no salen de las armerías, ni de las importaciones, ni del contrabando, aunque algo de eso puede haber y seguramente habrá? ¿Que sus armas y municiones vienen de las comisarías policiales, de los comandos de la Guardia Nacional, de los fuertes donde moran los distintos componentes de la Fuerza Armada, de Cavim y del mismísimo Fuerte Tiuna? Sí, las armas y municiones legales son responsables de algunos crímenes pero no son ellas las principales causantes de tanta violencia. Bueno, si excluimos las muy legales armas y municiones manejadas por los legalísimos cuerpos de seguridad del Estado. Por lo que dicen, le dedicarán todo un año, el que le queda a la dicha comisión, a controlar lo que está a la vista. ¿Y lo que está en la sombra? No parece haber programa para los 9 millones ­¿o son 15?­ de armas ilegales, las propias de los malandros. ¿No habrá programa para evitar los miles de muertos que ellas van a producir? Quizás, si de veras logran meter a Cavim en cintura, puedan secarse las fuentes de donde piensan que provienen estas aguas, pero pasarán muchos años antes de que se extinga el río que ya se formó y circula. ¿Cuántos cadáveres arrastrará todavía? Hablan de medidas para que las armas ilegales puedan ser entregadas a cambio de "beneficios de carácter social". ¿Cuáles? ¿Creen de veras que un malandro de los nuestros hoy entregará así su arma? Hubo un político iluso que propuso darle al malandro 10.000 bolívares por cada pistola que entregara.

Entonces, en un barrio, se compraba una Glock por 3.500. De buena gana el malandro la entregaría para comprar 3 con lo que el político le ofrecía.

¿Se dejarán las armas clandestinas en manos de los de armas tomar?

viernes, 9 de marzo de 2012

Paz en nuestra tierra

Paz en nuestra tierra
ALEJANDRO MORENO
ciporama@gmail.com

" Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?". Nacía, hace 500 años ­21, diciembre, 1511-- la defensa pública y militante de los derechos humanos en la voz vibrante y apasionada de fray Antón de Montesinos en aquella pobre iglesia ­barro y paja de La Española un cuarto domingo de Adviento ante los sorprendidos e irritados colonos que no daban fe a sus oídos. Esa palabra era "la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír. Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes". Así fustigaba la comunidad de 25 religiosos dominicos, quienes, reunidos en capítulo, prepararon la homilía que al más joven de todos habían encargado predicar, las conciencias de aquellos conquistadores aposentados en sus indiscutidos derechos de conquista, anhelando la realización, en los hechos, de la paz que sería anunciada la noche de Navidad.

Nadie, en ningún momento de la historia, había discutido seriamente hasta entonces el derecho de un pueblo más fuerte, valido de muy distintas justificaciones, desde la pura fuerza hasta pretendidas superioridades culturales o religiosas, a conquistar a otro y apoderarse no sólo de sus tierras sino también de sus personas. Una milenaria historia había ido formando así las conciencias de la humanidad desde las invasiones indoeuropeas, los más antiguos imperios, las tribus hebreas que por "derecho divino" conquistan Canaan, los incas, los aztecas, los caribes que arrasan tierras y hombres arahuacos y finalmente los españoles y europeos que conquistando se asientan en América. Ya era hora de que la conciencia cristiana, hija también de la historia y adormecida por ella con infinidad de argucias morales, despertara para sacudir uno de los "derechos" más antihumanos que los siglos habían ido elaborando, el derecho del más fuerte a dominar al más débil. Aquella palabra, verdadera y profunda revolución antiviolencia en busca de la paz sin paliativos ni excepciones, volteó las conciencias de las que fueron saliendo los cambios de ideas, políticas, hábitos, estructuras y prácticas que hoy, bajo la ya incuestionable marca de "derechos humanos", son promovidos y defendidos, con sacrificio, pasión y dedicación en todas las sociedades por infinidad de personas y organizaciones. En ellos se asienta la paz para todos, "paz en la tierra", en la nuestra, la que es de los hombres, no de los poderes, porque esos hombres son "los que Dios ama". La anual recurrencia de la Navidad nos impele a pensar en la paz hoy y aquí. Con tristeza hay que decir que en esta nuestra tierra venezolana no tenemos paz, igual que entonces en La Española.

¿A qué conciencias llamar? ¿Cuáles conciencias sacudir? Las de los asesinos, por supuesto, pero desgraciadamente será muy difícil que a ellos llegue nuestra voz. Habrá que gritársela a los responsables de la paz, los servidores de la paz que han sido para eso encargados por toda nuestra sociedad, a los designados para ello, los gerentes del Estado.

Habrá que decirles también a ellos: ¿Es que esos niños que caen bajo las balas asesinas, que esos jóvenes de nuestros barrios, los secuestrados de cada día y suma y sigue "no son hombres, no tienen almas racionales, no están ustedes obligados a amarlos como a ustedes mismos" y por ende, a defenderlos y protegerlos, defendernos y protegernos? ¿Esto no lo entienden? ¿O no quieren entenderlo?

jueves, 8 de marzo de 2012

LO QUE SE BUSCA

Lo que se busca
ALEJANDRO MORENO
ciporama@gmail.com

C osecha caraqueña de este noviembre: primer fin de semana, 40 víctimas de asesinato (hace un año, 50); segunda semana: 44 (24 un año antes); tercera: 72 (48 la de 2010); cuarta semana: 65 (el año pasado, 33). Buena cosecha. Hemos crecido en 30%. Eso sin contar los muertos de cada día.

Con este optimista panorama de fondo, y precisamente sobre la inseguridad, el Presidente de nuestra República, dicen que muy enfático ­es lo suyo­ declaró: "Yo lo primero que busco aquí es la opinión del pueblo y cómo va evolucionando en la percepción pública a pesar de que está influida por las campañas mediáticas de la burguesía". Dicho así, lo primero es lo que importa, lo que prima sobre todo lo que viene después que es segundo y, por ende, secundario. Opinión y percepción son, pues, lo importante. Esto es, la mente de la gente, no su realidad material: su vida, los malandros entre los que no tiene más remedio que vivir, los cadáveres de sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus amigos, acribillados con un sinnúmero de tiros. Todo esto segundo; o secundario.

Por los mismos días y con el mismo panorama de fondo, el inefable anterior alcalde de la ciudad y hoy diputado asegura que con la ley del desarme "vamos a derrotar los índices de criminalidad".

Los índices, esto es, números, guarismos, gráficos, cuadros estadísticos. Ideas, imágenes, figuras o "palabras, palabras, palabras" que diría Hamlet.

¿Oficinas, escritorios, papeles, pantallas de computadora? Burocracia presidencial y parlamentaria. ¿No salen de ahí? ¿No huelen los muertos? ¿No ven sangre en el asfalto? ¿No escuchan el llanto? ¿No les estremece el temblor del miedo? ¡Ni siquiera cuando les llega! No, esto no es retórica para impresionar. Es realidad material, pesadamente material, dolor de cuerpos y de entrañas, sufrir de madres manchadas con sangre de hijos nacidos de sus cuerpos hechos de muy biológica materia. Y no soy materialista, pero creo en el Dios que porque cree en mí se hizo de nuestra materia y, así, ser connosotros y nacer y vivir y morir aquí para que amemos a las personas reales, con hechos que nos comprometan y no a sus simples figuras, representaciones e imágenes.

¿Pero, por qué la idea, la opinión, la percepción y no la vida material concreta de la gente? Porque la materia que importa no es la vida de los hombres sino el dominio sobre ellos y éste se hace eficaz cuando clava su impronta en lo más íntimo del ánimo. Estos libertadores muestran no creer en la libertad de los hombres y menos si estos pertenecen al pueblo. Creen en cambio firmemente en la eficacia de la manipulación, de la seducción ideológica, afectiva e imaginaria si quien tiene el poder y los medios los sabe poner en funcionamiento. Por eso tanto interés en la tecnología comunicacional. No para comunicar sino para embridar los pensamientos, sentimientos, actitudes y disposiciones del pueblo con las riendas del poder dominante y dominador mediante la ficción de la realidad implantada en las mentes con los medios técnicos que ellos suponen infaliblemente eficaces. Quizás, como increyentes en la interioridad y profundidad del hombre, piensan que éste es pura superficie o, como diría Locke, una tabula rasa, una pasiva página en blanco sobre la cual el que tiene la pluma en su mano puede escribir lo que quiera seguro de que en ella quedará fijado.

La ficción y el fingimiento, una de las peores violencias, pueden dominar muchas conciencias pero la realidad vivida trágicamente cada día emergerá como verdad poderosamente irresistible y arrojará a la basura el embuste junto con los embusteros.

Ojalá sea una verdad que nos haga pacíficamente libres.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Por esa boca

Por esa boca
Alejandro Moreno

Hay que escuchar las declaraciones de quienes tienen poder para tomar algunas decisiones claves en nuestra vida. Si luego se pueden leer, será mejor. La reflexión añadida, así, a la escucha y la visión nos descubren el sentido que va implícito en el discurso. Todo discurso porta en sí su sentido y lo dice aun solapado bajo la palabra explícita. Bien visto, el discurso de la nueva ministra para los asuntos carcelarios no es transparente pero sí translúcido. Su contenido excede el ámbito limitado de las prisiones y explicita el centro dinámico que permite comprender la conducta del régimen actual en todos los aspectos de la vida nacional.
Días pasados (septiembre, 26), en un programa de VTV exclamó muy convencida y, sin duda, muy sincera: “La intención no es hacer política penitenciaria desde una oficina, es construir una nueva sociedad”. Se esperaría que la primera parte de la frase, tuviera una segunda en concordancia con ella. Algo así como: “sino desde la realidad”. No, la lógica del sentido fue interrumpida y se dio paso a otra cosa, pero no a otra cosa cualquiera, sino al marco ideológico, político y proyectado hacia la práctica futura dentro del cual hay que pensar esa primera parte y todo lo que se refiere al tema particular de las prisiones. Ahí, en el marco, está el foco de atención y no en el tema particular. En términos más coloquiales, nos está diciendo: “las cárceles no son mayormente nuestra preocupación; estamos enfrascados de lleno en nuestra revolución y todo lo demás, por mucho que preocupe la gente, es marginal”. Lo explicita algo mejor un tanto después: “El problema de las cárceles hay que abordarlo como un problema social y político (esto es, revolucionario; no penitenciario, no jurídico, no…) y en base a eso, está creado nuestro proyecto (no sobre la base de lo que realmente está sucediendo). Estamos empeñados en crear una nueva sociedad”. Ojo: una nueva sociedad que no existe porque hay que crearla. Pero resulta que las cárceles y la violencia asesina que mata a cincuenta venezolanos todas las semanas están en la sociedad que existe, esa que la ministra y sus correligionarios detestan. Lo dice más claramente luego: “Estamos empeñados en crear una sociedad socialista que les de (a los detenidos) una oportunidad y los incluya, y no para insertarlos en esta sociedad hipócrita que tenemos, resultado del sistema capitalista”. ¿Y entonces, en cuál? En la que no existe todavía no, por imposible, y en la que existe tampoco por detestable. Lo mejor será que sigan incluidos en la cárcel que existe que sí es una sociedad propia con sus autoridades, sus pranes y luceros, sus leyes, sus impuestos, su distribución de alimentos, su vigilancia armada, su régimen de premios y castigos, mortales éstos por cualquier transgresión de las normas rígidamente establecidas, su total autonomía ante el Estado y suma y sigue. Una sociedad malandra, claro está, muy perfecta y malandramente constituida pero que así, malandramente, funciona hacia dentro y hacia fuera, bien relacionada con la malandrería oficial y no oficial de la sociedad exterior real existente en la que muy malandramente actúa con alta eficiencia y eficacia.
Días después (octubre, 31), todo hay que decirlo, bajó un poco más a tierra: “Tenemos que meternos en la cárcel y oler a preso”. Pero, claro está, siempre en el marco de sentido de la sociedad futura que no existe. Así, los presos seguirán “oliendo a preso” en su malandra sociedad o saldrán a la única sociedad que existe a pesar de los deseos de la ministra, pero no para ser “insertados” en ella, ¿no es eso? ¿Al aire, entonces?
¡Tremendo rollo en el que estamos metidos todos!

domingo, 30 de octubre de 2011

Autogobierno endógeno

Autogobierno endógeno
Alejandro Moreno

Por la prensa me entero de que los habitantes de la urbanización Terrazas del Avila están bien organizados. Así, han disminuido, por ejemplo, los secuestros exprés de  14 mensuales en 2009 a uno en lo que va de año. Esto es sólo una muestra de la seguridad alcanzada pues el índice de inseguridad lo han bajado en un noventa por ciento. Para ello y para muchas otras cosas actúan, al parecer, con mucha autonomía. Tanto que los vecinos “nos ven como un gobierno local dentro de la urbanización”, dice uno de los dirigentes. Pero no lo son. Aquí está el punto crítico de todo. Pueden actuar así porque se lo proponen, acuerdan entre todos, tienen líderes de buena voluntad, la venia y apoyo hasta económico de las autoridades municipales. Si las cosas cambian, si la alcaldía de Petare pasa a otras manos, si los líderes se mudan y no los sustituyen otros con semejantes cualidades, si…, si… Hoy están aliados la asociación de vecinos y el consejo comunal pero pueden suceder conflictos y dividirse. Como sucede con demasiada frecuencia en Venezuela, esos importantes logros siempre estarán en peligro de perderse. En este caso, la estupenda organización vecinal no está sustentada sobre la ley, sobre la estructura territorial y política de la ciudad y del municipio sino sobre el permiso, la venia y quizás hasta la tolerancia de las autoridades circunstanciales.
El Distrito Capital en que está constituida la ciudad de Bogotá, unos siete millones de habitantes, casi como el de Caracas, se ha ido dividiendo progresivamente hasta llegar hoy a veinte alcaldías locales. Cada una de ellas cuenta con un alcalde menor elegido por votación popular. El alcalde mayor de la ciudad coordina y ejerce las competencias que trascienden a lo local. El poder local es, así, sólido y autónomo por derecho propio. Cada alcaldía local comprende en promedio unos sesenta barrios y urbanizaciones. La de Sucre cuenta con más de mil quinientos barrios populares.
También en el caso de Bogotá hay un error de concepto, a mi entender. Se parte de un poder central que divide y cede, descentraliza. El derecho de cualquier comunidad local a autogobernarse no proviene de una gracia, concesión o permiso de otro poder superior sino del puro hecho de existir como comunidad de convivientes o vecinos. Es un poder, éste sí, verdaderamente endógeno, que se genera (geno, del griego gignómay, nacer) dentro (endo, también del griego, éndon, dentro) dentro de la estructura o de la pura existencia del conjunto humano, el poder de gerenciar y habérselas con sus propios asuntos ejerciendo y desarrollando sus capacidades. Al poder superior no le toca conceder sino reconocer, aceptar y legalizar, no legitimar porque ya es legítimo, para garantizar ante todas las instituciones del Estado la vigencia y el ejercicio autónomo de ese derecho.
En la actualidad el poder local se halla en un estado de colonización expoliación y opresión por parte del poder central de la ciudad y del Estado. Pensar lo local, vecinal o regional, en términos de descentralización es mantener la misma situación pues el que descentra y concede tendría el derecho de recentrar y des-conceder. Lo justo es pensar en términos de endogénesis, de abajo hacia arriba y en ese recorrido el Estado es el último.
Gracias a esa urbanización por el ejemplo, pero no se queden ahí, piensen con mayor atrevimiento y radicalidad.
En este sentido, la lucha contra la violencia pasa también por decisiones políticas de reorganización de la ciudad reconociendo en los hechos y en el derecho lo que a las comunidades les es debido simplemente por haber nacido.
Esto no es estado comunal. Verdadero poder popular.

sábado, 15 de octubre de 2011

¿Cuánto educa la escuela?

¿Cuánto educa la escuela?
Alejandro Moreno

“De seguir así, la figura de las cárceles pasará a las escuelas”. Lo dice Gloria Perdomo que lleva muchos años metida en la candela. Y añade: “El liderazgo en las escuelas caraqueñas está distorsionado: lo malos son los mejores”. Y sigue: “Hay muchachos que entran con armas al colegio”. Juntemos las tres cosas y tendremos el “pranato” dentro del templo tradicional de la educación. Un pran adolescente puede ser más cruel que uno adulto. CECODAP por un lado y el Centro Gumilla por otro han estudiado, estudian y tendrán que seguir estudiando la violencia en la escuela tanto pública como privada. Se da en ambas. Hace diecinueve años, la telenovela “Por estas calles” comenzaba precisamente con una escena en la que un muchacho se presentaba con una pistola en la escuelita del barrio. Impactó al público porque parecía inconcebible y quizás muchos pensaron que eso eran fantasías de guionistas desocupados. Hoy las declaraciones de Gloria no impactan tanto pero aterran mucho más. ¿No se ha dicho siempre que la educación, y se piensa sobre todo en la escolar, es la solución al problema de la violencia?
Empecemos por separar educación y escuela. La escuela ha sido hasta ahora un espacio privilegiado para la educación de masas. Y sus logros, por lo menos en el plano de la instrucción, pero no sólo, ahí están. Hoy las cosas parecen haber cambiado. Si, según las cifras oficiales –Memoria del Ministerio de Educación--  la mitad de los jóvenes caraqueños no termina sus estudios de media, eso quiere decir que la mitad de nuestros adolescentes pasan a la calle --¿Qué madre puede tener encerrado en casa a un joven de 14 a 18 años?— en el período más delicado del desarrollo de su personalidad. El delito de todo tipo y la violencia más extrema tienen ahí de dónde reclutar actores. Además,
la escuela, ella misma, está siendo inficcionada por la violencia extrema de modo que la acción educacional se pone en jaque.
Educar es mucho más que enseñar en una institución. Es acompañar con orientación, guía, protección y apoyo al ser humano en la formación de su manera de estar en el mundo y de ejercer su vida. Razón, religión y cariño, decía Don Bosco, son los pilares de una buena educación y han de ponerse en práctica desde el seno familiar. El no creyente pensará que de la religión se puede prescindir. Respetamos su idea pero aceptará que una ética es indispensable. Ahora bien, para el mismo Don Bosco, el espacio privilegiado para la acción de esos tres factores dinámicos de la formación de la persona no era el salón de clase ni la capilla sino el patio. El patio era para él el lugar donde los niños y jóvenes pueden liberar sus energías en el juego, en la camaradería, en el trato desinhibido con los educadores. Patio no es de por sí la cancha de ningún deporte sometido a reglas, lo que no se excluye en tiempos específicos, sino el campo de la caimanera, de la pelotica de goma, de la ere o de policías y ladrones, el lugar donde se conversa, se cuentan chistes y aventuras falsas y donde el educador puede hacerse amigo, poner en práctica el cariño. No abundan los patios en nuestras escuelas oficiales de barrio más recientes y, si los hay, son mínimos. Lejos quedan los tiempos del presidente Medina. El propio patio en el barrio es hoy la calle. Sin dejar la escuela, sanándola, ¿por qué no pensar en un programa masivo de educación de calle para todos los que están en ella? La calle o la casa del vecino o la escalera como el donde toda persona de buena voluntad, asesorada, ejerza su cariñosa acción educadora como espontáneamente lo hace el amigo que cité en mi artículo anterior. En los barrios sobran candidatos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Cultura y Deporte. ¿Sí?

Cultura y Deporte. ¿Sí?
Alejandro Moreno

El alcalde lo dijo con énfasis: “el deporte, la cultura y la recreación son la solución para superar la violencia”. Casi nada: ¡La! Así, sin paliativos. ¿Andaba usted buscando cómo salir seguro de su casa sin mirar para los lados con el rabillo del ojo y apurando el paso para tardar lo menos posible? Cálmese; pronto esa angustia no tendrá sentido. El país se tomará ese bálsamo tricompuesto y reinará la seguridad total. Sin duda, el alcalde lo dijo convencido y teniendo alguna idea --¿Precisa?-- de cada uno de los tres componentes, pero los demás ¿a qué nos atendremos? ¿Qué ha querido decir con la palabra cultura? ¿Cuál del millar, o más, de definiciones habrá que mezclar en el mejunje? ¿Qué habrá que entender por recreación? ¿Una fiesta rave, por ejemplo? Con los deportes andamos un poco más claros: están bastante bien catalogados en distintas listas oficiales y semioficiales.
Las ironías no están aquí por gusto ni por afán de humor negro. Están para mostrar la ligereza, imprecisión y vacua retórica con la que se proponen salidas a la amenaza de muerte seria, precisa y nada retórica que pone en jaque todos los días la vida de cada uno de los ciudadanos de esta patria. Ni la cultura, entiéndase como se entienda, ni la educación, otro tópico repetido ad nauseam, ni el deporte, ni la recreación nos sacarán de este marasmo. Las cuatro ideas hechas realidad activa y otras muchas más, son no sólo válidas sino necesarias e indispensables para fomentar, promover y mantener la convivencia ciudadana y el desarrollo y perfeccionamiento de las personas pero su puesta en práctica no es la --insisto en el artículo universalizante y excluyente-- panacea para nuestro problema de violencia. Contribuyen, claro, pero ¿hasta dónde alcanza su contribución? Cultura, educación, deporte y recreación, la “sana” por supuesto, son actividades encaminadas a influir positivamente en la gran masa de la población, pero entre aquellos niños, jóvenes y adultos positivamente afectados por su benéfica influencia no están los malandros criminales que derraman la sangre de los venezolanos. Hasta ellos también ha llegado su influjo pero ha rebotado contra la impermeabilidad, en unos más compacta que en otros, que un cúmulo de experiencias y circunstancias vividas ha ido armando en ellos. No es que sean incultos, ni deseducados o refractarios al deporte. Es que su cultura, su educación, su práctica del deporte están enmarcadas en una manera de ejercer la vida en la que el crimen tiene más sentido que todo ello y produce mayor recreación, goce y placer. Por eso son el problema. Lo sano y normal para la gran mayoría de la población, no es efectivo en ellos. Para controlarlos, impedir que hagan daño y procurar su rehumanización y resocialización, hay que sentarse, y no sólo metafóricamente, a pensar, a investigar para conocer la realidad desde dentro de ella misma, a crear ideas, métodos y proyectos, a compartirlos, confrontarlos y evaluarlos colectivamente y, sobre todo, a dejar la fácil y vacía retórica efectista que vuelve trivial el pensamiento y engaña con los fuegos fatuos de aparentes preocupaciones, supuestas intervenciones eficaces y compromisos. ¿Qué significa, pongamos por caso, eliminar treinta mil armas de fuego cuando circulan quince millones de ellas, Asamblea Nacional dixit, de manera ilícita?
“No nos puedes dejar”, le dicen a mi amigo, un obrero común  y corriente, unos doce malandritos quinceañeros, todavía no profesionalizados pero a punto, que se le han apegado y siguen su benéfica orientación. Volverá cada semana para no abandonarlos. Los salvará. Seguro.
¿Hablamos de esta educación? Entonces, sí.